Las nuevas tecnologías han entrado como un tornado en nuestras vidas; smartphones tabletas, mp4, portátiles ultraligeros... cada día estamos
mas en la onda, nos sentimos supermodernos, adictos y en innumerables
ocasiones se habrán dirigido a nosotros como unos auténticos esclavos del whatsapp o del facebook.
Entendemos de teléfonos móviles de marcas tamaños y prestaciones, pero seguro que desconocemos una realidad alternativa, que aunque la imaginamos miramos hacia otro lado.
Casi el 90% de todos estos aparatos precisan para su supervivencia especialmente en la vida o duración de la batería de un material que se llama Coltán.
El Coltán es una mezcla de dos materiales (Columbita y Tantalita) que su valor hoy en día tanto por su utilidad en armas, tecnología y medicina, en ocasiones supera al del oro.
Aquí empieza el problema, el 80% de las reservas de Coltán se encuentran en la República Democrática del Congo.
Independientemente de las guerras que lleva viviendo el país, éste nunca está libre del genocidio ya sea por diamantes o metales y piedras preciosas.
El daño originado por la explotación de las minas de coltán, no se
restringe a los seres humanos, sino que ha provocado, provoca y
provocará desastres medioambientales con gravísimas repercusiones en la
fauna local de especies protegidas (gorilas, elefantes etc).
Durante las excavaciones es normal encontrar relevantes cantidades de
uranio, torio y radio, cuyas radiaciones siguen afectando a los que
allí trabajaban. Según la revista Journal of Radiological Protection,
se informa que los trabajadores congoleños que se dedican de forma
artesanal a la extracción de coltán, se exponen a una radiación de hasta
18 mSv (mili Sievert) por año. Esta unidad, mide la dosis de radiación
absorbida por la materia viva.
Con dicha cantidad de radiación, estaríamos, según la Universidad de Santiago de Compostela
en la franja entre una zona de laboratorio y una zona de acceso
prohibido. Es decir, los trabajadores del coltán están poniendo en
riesgo su vida cada día que acuden a trabajar.
Pero no olvidemos que esa radiación llega hasta nuestros hogares en cepillos de dientes eléctricos afeitadoras teléfonos etc, y que tanto nosotros como nuestros hijos los utilizamos, nos los metemos a la boca o los acercamos demasiadas veces a la cabeza o al bolsillo.
Ahora lo difícil es salir de esta espiral consumista, que si bien no podemos, al menos intentar no permanecer totalmente dentro, sea aguantando más con nuestros teléfonos o evitando comprar compulsivamente teniendo en mente que muchos seres no tienen nuestra misma suerte.
Juan Carlos
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